Asociación Valeriana

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
Khalil Gibran (1883-1931) ensayista, novelista y poeta libanés.

PROBLEMAS DE LA ENVIDIA

A menudo se habla coloquialmente de 'envidia sana', una expresión que para Madoz es una contradicción en sí misma puesto que, estrictamente, no cabe la existencia de una envidia sana. "Nunca la admiración se transforma en envidia. Ésta surge de lo profundo de uno mismo, de forma espontánea y retorcida", afirma con rotundidad.

Se pueden distinguir dos tipos de envidia, según explica María José Aibar:

  • La envidia positiva. Aquella en la que admiramos y deseamos lo que posee el otro.
  • La envidia destructiva, en la que se desea que el otro pierda aquello que más deseamos.

La experta asegura que nadie puede estar libre de esta emoción universal. "Sin embargo, de la misma manera que el miedo o la tristeza pueden convertirse en algún tipo de trastorno como las fobias o la depresión, la envidia también puede tornarse problemática", advierte.

La envidia va acompañada habitualmente de diversos sentimientos que se entremezclan: pena, rabia, tristeza, pesar, malestar, enfado, impotencia, autodesprecio y hostilidad, entre otros. Pero, ¿de quién sentimos más envidia? Todos los profesionales consultados aseguran que la verdadera envidia la provoca la gente común. Vicente Madoz cree que envidiamos a la gente más cercana a nosotros, a la que está en una situación de cierta igualdad a la nuestra. Asegura que la gente famosa suscita admiración o ansias de emulación, pero no auténtica envidia.

La psicóloga Emma Noval concreta aún más esta teoría. "Es más fácil compararnos con personas cercanas que han tenido nuestras mismas oportunidades. Aunque también por ello el resultado de la comparación puede ser más doloroso porque se puede llegar a pensar que no hemos sabido aprovechar las nuestras de la misma manera. Además, puede resultar más peligroso porque con personas de nuestro entorno podemos dar rienda suelta a conductas movidas por la ira y por cierta necesidad de hacer daño al envidiado. Por ejemplo, es más fácil rayar el coche nuevo del vecino que el de Beckham".

La envidia puede convertirse en un trastorno o problema grave cuando pasa a ser la emoción central de la vida de un individuo. Existen varias señales que pueden alertar de la gravedad del problema, según apuntan las psicólogas Aibar y Noval:

  • Siempre que provoque sufrimiento y mantenga a la persona que la sufre en un estado constante de ira y enfado.
  • Cuando va unida al deseo de despojar al rival de sus posesiones, con el peligro de acabar agrediendo al envidiado y a realizar actos delictivos.
  • Si impide disfrutar de aquellos bienes o cualidades que poseemos.
  • Una vez que la persona envidiosa no reconoce la emoción que está experimentando y la transforma o distorsiona.
  • Cuando se es incapaz de regular la dinámica, intensidad y la duración de esta emoción.
En relación a la envidia extrema, el psiquiatra Madoz explica su visión concreta en este caso: "no es el peligro que debemos temer más. Lo peor son las envidias abundantes y múltiples que pueden inundar toda nuestra existencia. Cuando la envidia desemboca en violencia física o en una conducta delictiva implica un descontrol y con ello un mecanismo enfermizo, casi siempre un proceso neurótico, psicógeno grave. Pero también en la envidia leve y más banal existe un cierto trasfondo de agresividad y violencia, que se puede traslucir en conductas hostiles, más o menos disfrazadas: comentarios descalificadores, desprecios, insidias, críticas negativas injustificadas y otros comportamientos de este tipo"

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