Asociación Valeriana

Me quieres cuando me escuchas.

LOS NERVIOS.

Dónde habitan los nervios?. Se que están dentro del cuerpo, los siento enredar en el estómago y ascender por los pulmones hasta cortar la respiración. Me propongo ignorarlos y vivir tranquilo, pero ellos no dejan de incordiar.Los conozco desde que era niño, se cómo actúan, se cuelan en la intimidad  sin darnos cuenta y comienzan a hurgar en la conciencia hasta desquiciarnos. No los he visto nunca, no dan la cara, si me cruzara con ellos por la calle pasaría de largo sin echarles cuenta, igual que ocurre con los asesinos.

Me visitan también de noche sin llamar a la puerta. Estoy durmiendo y entran en la habitación sin hacer el mas minimo ruido. Abro los ojos y.  decubro que están al acecho. Me mantengo despierto, aguardo a que alguno de ellos baje la guardia y se deja ver. Me levanto, enciendo la luz, me asomo a la ventana y trato de relajarme pensando en otras cosas. Luego voy a la cocina y preparo una tila. Me pregunto que les he hecho para que me invadan a traición.¿Porqué se obstinan en meterse emis asuntos?. Vuelvo a la cama y los oigo hablar en silencio, ocultos en algún pliegue de mi cerebro, camuflado entre mis pensamientos, siempre alertas. No paran de hacer preguntas y plantear dudas. Los escucho con los ojos cerrados, igual que si estuviera delante deuna pantalla en la que se proyectan las imágenes del pasado, presente e incluso del futuro. Una palícula de cine mudo que cuenta mi vida. Al final se concentran alrededor del corazón que late cada vez con mayor intensidad. Quieren acabar conmigo. Hasta que deciden dar una pequeña tregua y se ocultan de nuevo en el anonimato.

Lo peor de todo es que también me persiguen por la calle, aunque afortunadamente no sobrepasan los límites de la ciudad. Cuando salgo de vacaciones, o simplemente viajo a otro sitio, me dejan en paz. A lo mejor alguno hace el amago de seguir mis pasos, pero enseguida vuelve a unirse con la tropa. Nunca he sufrido un ataque de nervios como les ha ocurrido a otras personas que acaban destrozadas. Yo siento la amenaza, el temor y la inquietud que provocan los centinelas del desorden del asalto a la intimidad. Sin embargo cuando viajo al extranjero se borran del mapa y yo recupero la calma.

Al regresar del viaje, ellos están esperando en la frontera que marca mi territorio. Se acabaron las vacaciones y vuelve la rutina de la vida cotidiana. Me quedo quieto, aspiro profundamente hasta llenar de aire los pulmones y trato de serenarrme evocando imágenes felices de los dias tranquilos. Pero no son más que vanos intentos. Me entran los nervios al hablar en público porque temo que cualquiera de los que tengo delante sea uno de ellos,o quizás lo sean todos, un manojo de nervios, que acuden para asfixiarme.

 

Diario Sur.

Comentarios (0)

500 caracteres restantes

Cancel or