Asociación Valeriana

Casi en la mayoría de las ocasiones, el orgullo sólo sirve para estorbar
VIOLETA

Cómo llegué a VALERIANA

 

¿Cómo llegué a VALERIANA  y qué significó para mí?

     Os haré un breve resumen, primero, de cómo aterricé en VALERIANA y luego, de lo que significó y significa para mí. Espero ser breve y no enrollarme demasiado, ahí va:

     Yo era (es importante que os fijéis en que hablo en pasado) una persona: 1º, que pensaba que la mayoría de los psicólogos estaban para que lo analizaran a ellos y 2ª, una persona aparentemente fuerte y sin problemas, que para el decir popular o para los que te ven desde fuera (que son la mayoría) no parecía ser candidata a padecer una depresión. ¡Pues no fue así! Al parecer, había comprado un montón de papeletas y me tocó.

     No es algo que aparezca de hoy para mañana, sino que va como dejando pistas, (como las piedritas  de Pulgarcito, aunque en mi pueblo eran garbanzos y se llamaba Garbancito). En mi caso, comencé con síntomas, achaques físicos. Yo, que soy poco aficionada a ir de médicos, comencé un peregrinaje por diversos especialistas que no encontraban ninguna causa a la que achacar esas dolencias.

     Ante este panorama y menos mal que aún podía pensar, se me encendió una lucecita. ¡Qué paradoja! encenderse una lucecita para alumbrar o descubrir la oscuridad. Bueno, aunque si lo piensas bien, no es tal paradoja, porque gracias a esa lucecita que se encendió y que me hizo pensar que podría ser un problema de “coco”, y preguntarme qué me estaba pasando, decidí que debía pedir ayuda, y así lo hice. Y recalé,  arrastrando mi cuerpo y mi tristeza, en el equipo de Salud Mental de la Axarquía, y fui muy afortunada, porque me topé con unos profesionales, tanto sanitarios como administrativos, que desde el primer momento sentí que me acogieron (quizá, eso es de lo que más estemos necesitados cuando sentimos esa tristeza tan enorme, necesitados de que nos acojan, bueno, luego estar el otro factor, el dejarnos acoger). En mi caso estaba tan mal, que lo que quería era salir de ese estado en el que me encontraba y eso me hizo ser receptiva y dejarme acoger, y como me acogieron, ¡pues ya estaba dado el primer paso!. Bueno, yo aún no sabía las sensaciones y experiencias a las que ese paso me iba a llevar.

     Juan Antonio, al que todas conocemos, a pesar de lo mal que le pinté lo de lo que me parecían a mí los psicólogos, me dio un voto de confianza y creyó en mí y yo creí en él y un día me habló de VALERIANA y me invitó o me sugirió, que me acercara a la asociación y así lo hice, entonces no había grupo en Nerja,  por lo que me acerqué a la sede en Torre del Mar. Como un salto al vacío, lo del vacío era porque no sabía muy bien qué era eso de la ayuda mutua, ni qué ni a quién me iba a encontrar allí, un día, aparecí por VALERIANA, “cortaílla”, sin saber qué iba o qué tenía que hacer allí.

     En cuanto llegué, enseguida se acercó Carmina (que aquel día era la monitora, y quien al parecer ya sabía que yo iba a ir por allí) y me acogió muy cariñosa, aunque, si he de ser sincera, durante un segundo o una milésima de segundo pensé: “¿dónde me estaré metiendo?”. Toda esa duda o prevención, se disipó en cuanto entré en la sala donde se desarrollaba la terapia y participé en ella. Bueno, lo de participar es un decir, no abrí la boca en toda la sesión ni en muchas, muchas otras más. Pero eso fue lo de menos, aunque a veces, me sentía mal y me daba vergüenza asistir un semana tras otra (porque yo era fiel y ahí estaba como un clavo todas las semanas) a las terapias, en las que todo el mundo se abría y contaba cómo se sentía y yo sólo estaba allí, se me ocurre que como un convidado de piedra, pero no, no era un convidado de piedra, porque sentía, y cuando yo era chica a mi me enseñaron que las piedras no sienten .

     ¿Qué sentí? Que no estaba sola, que había gente que estaba ahí, acompañándome en mi tristeza, en mi silencio. Gente muy valiente, valiente, porque habían tomado la determinación de salir del pozo en el que se encontraban en lugar de quedarse en sus casas metidas en la cama o arrastrando sus cuerpos de sillón en sillón, atiborrándose a pastillas y de alguna manera escapando del mundo. Porque, cuando una se siente tan mal, lo que de verdad desea es esconderse, no dentro de la cama, sino debajo de ella, y no salir, pero no, ni se te ocurra, y por si acaso se te pasa por la cabeza, cómprate una de esas que tienen un cajón, para que no tenga hueco, y evitar la tentación. Me sentí ACOGIDA.

     Algo que también sentí desde al principio, era, que en realidad mis problemas eran nada en comparación a los problemas de las demás, pero, aunque resulte extraño lo que voy a decir, a la vez sentía con más intensidad mis problemas, mis incapacidades (mi dificultad para abrirme a los demás, eso me angustiaba, pero como nadie me presionó, pues no pasaba nada). Recuerdo que admiraba mucho a las demás, su valentía, los valores que ellas tenían y yo no, eso me hacía darme cuenta de mis carencias y poco a poco ir conociéndome y tratar de vencer esas incapacidades.

     En el tema de mi incapacidad para hablar y abrirme, ya os he dicho que nunca nadie me presionó, ni por asomo, a hacerlo, era yo la que me presionaba a mi misma, porque sentía que aquellas personas que tanto me estaban ayudando no se merecían mi silencio, pero lo aceptaban. ACEPTACIÓN, otra palabra importante. Te aceptan tal como eres en ese momento y en los que vengan, y con su aceptación, yo empecé a aprender a aceptar y a tolerar.

     Otra cosa que creó VALERIANA en mí, fue el sentirme “parte de”, el sentido de pertenencia. Y aunque yo siento que podía haberme comprometido más, y que de alguna manera he evitado el compromiso, sin embargo,  siempre he llevado, y llevo muy a gala, y se me ha llenado, y se me llena la boca, cuando hablo de VALERIANA.

     Afortunadamente ya hay grupos de VALERIANA en otros pueblos de la Axarquía, no sólo en Torre del Mar, y desde aquí os invito a, si os sentís mal y necesitais ayuda, os acerqueís a uno de ellos. Preguntad en vuestro Centro de Salud, a vuestro médico de familia o a la asistente social; probad, y si veis que os sentis bien, estupendo, por vosotras y por todas.

                                    Rita.                                               

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